A Universitario de Deportes lo dirigía un DT con apelativo de felino y un día, antes de un partido decisivo por el Campeonato Descentralizado de 1990, dio la tradicional charla técnica a sus pupilos en uno de los camarines del Estadio Nacional de Lima. El estratega explicó los movimientos tácticos, cómo moverse sin balón, y definió quién debía marcar a quién en las pelotas paradas. En la clásica pizarrita empezó a mover las piezas, que representaban a cada uno de los jugadores en el equipo, pero no se percató de que había una que sobraba: tenía doce en el esquema que planteó. Ninguno de los futbolistas concentrados, que lo escuchaban atentamente, le hizo saber la observación durante la sesión. Pero al final de ella, uno, que venía de militar en un desaparecido equipo de Ica, se atrevió, muy decidido, a preguntarle por el elemento adicional: “profesor, hay doce jugadores en la pizarra, sobra uno”. El entrenador se sorprendió, al instante observó la maqueta y, sin pensarlo dos veces, dijo: “okey, tienes razón, tú no juegas”, respuesta que generó las risas interminables del grupo. El equipo crema, finalmente, salió a la cancha con los once jugadores permitidos y, por supuesto, el que hizo la pregunta oportuna y al mismo tiempo delatora, se quedó en la banca de suplentes por entrometido.
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